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EL DÍA EN QUE MURIÓ LA SALUD PÚBLICA (EDICIÓN 22)



“Es incoherente e incomprensible el llegar a imaginar que una persona desee la muerte, pero es algo en lo que tú piensas mucho. “¿Cuándo llegará mi momento…?”, es la pregunta que te haces constantemente. Ya no puedes moverte, las llagas rasgan tu piel cual si fuesen garras que cortan la carne profundamente, denotas que ya no puedes ver claramente, se te confunde el claro del día con la oscuridad de la noche, cada respiro es como un millón de agujas que pinchan tu garganta y cada aliento se convierte en la ráfaga de viento que extingue la llama de tu existencia; eres un vejamen de carne y hueso, un pobre remedo de hombre. Ya ni siquiera puedes expresar el dolor que te consume interiormente porque de tu boca sólo se articulan débiles gemidos. Eres un espectro, un fantasma, un objeto inerte, al que todos pasan y observan, sin advertir presencia alguna de una existencia humana, no perciben la vida que se está extinguiendo porque hace mucho dejó de serlo. Esperas con ansias el anhelado momento en el que tu existencia desaparecerá para que así se termine tu sufrimiento, pero cada vez lo sientes más y más lejano; la vida se te está yendo lentamente, nimiedades en el tiempo que se convierten en un sinfín de horas, interminables hondonadas de angustia; eres la “paria” de la sociedad, eres el que está destinado a sufrir las desdichas de la vida, eres el títere que va de mano en mano, preguntándose de cuando en cuando qué será de tu suerte, eres, al que por esas fatalidades de la vida, a veces bellas y a veces espantosas, debió afrontar esta sórdida realidad, realidad que para ti se ve reflejada como el día en que murió la salud pública…”

Misma situación de angustia la viven millones que mueren en las calles, PORQUE AL NO PODER COSTEAR UN SERVICIO DE SALUD O UNA ATENCIÓN MÉDICA CUANDO MENOS DIGNA DE UN SER HUMANO, tienen la oportunidad de sentir de forma agreste la realidad, y es que al no pertenecer a una élite o clase privilegiada, la vida no es más que un sinsentido que transcurre a la par del tiempo, por eso la razón de este breve pero sentido homenaje, ya que este año se conmemoran los 10 años del cierre de la única institución de salud en Colombia que prestaba sus servicios como Hospital del Pueblo, una institución que a través del tiempo fue reconocida como la mejor del país y como una de las mejores de Latinoamérica, por no decir que la mejor, que con la labor realizada por sus empleados, se distinguió por el sentido humanitario, ya que no existía ningún tipo de favoritismo o diferencia entre los usuarios de este ente hospitalario, ni monetario, social, cultural, o fuese cual fuese su origen.

Esta institución a la que hoy me refiero, es nada más y nada menos que el HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS de la ciudad de Bogotá, que hoy alberga en su interior aproximadamente a un centenar de familias que quedaron expuestas a una vida llena de vicisitudes e incertidumbre, al igual que una nómina de más de 2.000 empleados a los cuales muy a pesar de sus años de trabajo y esfuerzo, no se les quiere reconocer sus derechos como trabajadores del mismo, con el pretexto de que “no hay plata”, no hay plata para financiar la salud y la educación en Colombia, pero sí para financiar un conflicto que cada vez cobra menos sentido dentro de una sociedad que solicita al unísono un cambio a partir de las necesidades del pueblo. Además de esto, es desalentador el saber que miles, o hasta millones no tienen la posibilidad de acceder a un servicio de salud de calidad, o aunque sea con las mínimas condiciones. Por eso la batalla tiene que ser sin cuartel, es nuestro deber defender la salud como lo que es, un derecho fundamental al cual todos podemos acceder sin excepción alguna, ya que es inconcebible la idea que una persona muera a las afueras de un hospital sólo por no tener la capacidad económica para costear un tratamiento, cuando lo que se gasta comprando un fusil, puede ser invertido en la salud de much@s personas o en la educación de miles, ya que una sociedad se construye a partir de los hombres que piensan un mejor mañana, y no por ellos que sólo piensan en matar…